viernes, 13 de marzo de 2009

Oficio de pintor


(...) Bacon es un formalista –un esteticista puntual– que nos hace creer en la pasión cuando, justamente, practica la frialdad. Sus combinaciones de color están tan pensadas como las de Rothko y sólo en los accidentes de brochas y pinceles dentro de rostros y figuras se permite dejar suelto a su inconsciente (pulsión, diría un crítico actual).

Es siempre elegante, siempre acertado. Utiliza un procedimiento pictórico que conecta su pintura con la tradición, sin fisuras: sobre un lienzo crudo, apenas encolado, traza sus primeras rayas con un pigmento negro para establecer la composición y “ver” el conjunto de pesos y equilibrios; utiliza disposiciones formales muy ortogonales en contraste con la tensión y dinamismo del diseño de las figuras. Tiñe, que no pinta, los fondos con el color muy diluido de forma que el tono penetre en la tela y sea la tela misma (que puede asomar en algunas partes cuando le va bien y ayuda al efecto que busca) y rellena algunas partes de la figura (entre la multitud de líneas con pigmento negro con que suele dibujarla) con los tonos de carnación en plena pasta. Sobre esa primera “construcción” aplica entonces una “destrucción” (esto les gustará a los modernos) barriendo la pasta semiseca o añadiendo otros empastes, siempre con el color semiseco para que no se produzcan pinceladas precisas. Algunas veces, en determinados cuadros, pulveriza color, añade una fina marmolina (polvo de mármol blanco) o empasta una parte del fondo aplicando el color a la manera de un pintor de brocha gorda. Es muy cuidadoso y piensa mucho lo que hace, estableciendo logradas situaciones de contraste y tensión entre las partes del cuadro.

En cuanto a su mundo, aquello que representa, asumiendo su biografía por lo que luego diré, resulta doliente y terrible a fuerza de ser teatral. Hay que ser especial para ver así a los seres humanos. Ya lo decía alguien hace más de treinta años, a propósito de su imitador español Juan Barjola: “Bacon es maricón, perverso, alcohólico, drogadicto y tiene un gorila amaestrado en casa que dicen que da por el culo a los visitantes; Barjola es un honrado padre de familia. No hay comparación posible”.

Traigo la apreciación anterior, con toda su crueldad, porque me hace gracia y contradice el reciente artículo de Azúa en el que se permitía bromear con las biografías de los artistas, o mejor, con aquellos que tratan de explicar la obra por la biografía. No hay tal: la biografía no explica la obra pero arroja luz sobre ella. Incluso el silencio velazqueño o la pesadez goyesca son expresivos.

Menos lobos, diría un pastor. Bacon presenta unos hombres-fiera, unos monstruos terroríficos y degradados que podrían ser muy peligrosos si saltaran fuera del cuadro pero que, mirados con atención, están pintados con mimo, con mucha ternura, primorosamente –me atrevería a decir.

Es una buena ocasión para los que gustan de la pintura y del oficio de pintor. Lo que éste hombre hizo es pintura, buena pintura.

...

Por El Crítico Constante
Publicado en el Nickjournal el 11 de marzo de 2009

1 comentario:

Neguev and me dijo...

Fantástica entrada, Erra, no creo errar si lo afirmo. Si sigue reglándonos material de tanta calidad. su blog será, sin dudas, uno de referencia en el mundo del arte