David Teniers, El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas en Bruselas (detalle) c. 1647. Museo del Prado
Al servicio del archiduque Leopoldo Guillermo de Habsburgo, gobernador de los Países Bajos, el flamenco David Teniers el Joven tuvo a su cargo el asesoramiento y la catalogación de la extraordinaria colección pictórica de su señor.
Compuesta por un nutrido conjunto de obras maestras de los artistas más destacados de su tiempo, constituía el orgullo del gobernador y representaba el símbolo de su prestigio y posición social; divulgar el valor de este fantástico patrimonio personal se convirtió para el primo de nuestro Felipe IV en un imperativo no exento de vanidad.
Tiziano, Rafael, Holbein, Brueghel, Van Eyck, Mantegna, Carracci... Así, en varias ocasiones Teniers, artista minucioso que se había hecho muy popular pintando alegres escenas costumbristas de temática rural, retrató al archiduque mostrando sus cuadros tapizando las atiborradas paredes de un imaginario museo particular. Uno de estos muestrarios (ahora en El Prado) fue regalado al monarca español, un envío que llevaba implícito un mensaje de advertencia “como veis, puedo rivalizar con vuestras colecciones”. De hecho, toda esta soberbia acumulación de obras representa hoy el núcleo del Kunsthistorisches Museum de Viena.
Más ambicioso fue Leopoldo Guillermo al encargar a Teniers un catálogo impreso de una buena parte de su colección italiana: un volumen que reuniría las reproducciones de 243 de su piezas más destacadas, para general envidia y conocimiento: el denominado Theatrum Pictorium.
Imaginen la envergadura del proyecto comisionado a Teniers situándose en la mitad del siglo XVII y teniendo que reflejar en un libro dos centenares de grandes obras pictóricas por medio únicamente del modo de reproducción de imágenes de la época: el grabado.
El procedimiento a seguir, por el enorme tamaño del trabajo y su carácter artesano, mueve a la admiración y hasta la ternura: Teniers se enfrascó en la ingente tarea de copiar uno a uno, con la máxima fidelidad y hasta el mínimo detalle, los más de doscientos originales en pequeños cuadros al óleo de 17x25cm, para después entregarlos a una docena de grabadores contratados para su reproducción final.
Hasta tal punto se volcó David Teniers, el joven, en su trabajosa misión, que incluso llegó a costear la publicación del volumen dado que su mecenas abandonó Flandes antes de su finalización.
Pero sin duda, para nuestra moderna visión, resulta especialmente llamativo el juego de escollos a los que se tenía que enfrentar el artista en su función artesana de copista-divulgador. Copiar cada una de las pinceladas, dibujar cada pormenor, plasmar el color original en una nueva obra a escala; para repetir luego el trabajo nuevamente a manos del grabador. Una suerte de ‘juego del disparate’ que hoy nos hace cuestionarnos qué queda ya del original plasmado en la reproducción final.
No ha de extrañarnos que el propio David Teniers, en una muestra de humor satírico que yo interpreto como autocrítica amarga, se figure al artista como un esforzado mono pintor. Quizás lamentando verse a sí mismo reducido, por caprichos del destino y la necesidad, de artista creador a rutinario imitador...
David Teniers, El mono pintor. c. 1660. Museo del Prado.
3 comentarios:
Otra posibilidad es que el mono pintor de Teniers sea un ancestro del mono Congo de Desmond Morris:
http://www.lanacion.cl/prontus_noticias/site/artic/20050720/pags/20050720205034.html
Jeje. Vaya con Congo. Seguro que fue un mono con genio...
La interpretación ‘oficial’ es que el mono imitador de Teniers –también ensayó un escultor muy mono- era una sátira contra el artista limitado por una simple mímesis de la naturaleza. Yo prefiero pensar en el autor autorretratándose. ¿No son, después de todo, sus propias obras las que adornan el estudio? ¿Y de quién es el rostro pintado apoyado en el suelo, sino de él mismo?
Estupendo, Errabundo. La venganza del mono que todo lo imita está a la vista: quienes admiran su trabajo también son monos. Un pintor mono que pinta para otros monos... ahí tenemos una bonita idea para uno de nuestros modernos conceptuales.
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