“La primera y al cabo máxima originalidad de valor para el mercado del arte tiende a ser el buen logo, inconfundible y cabal, de modo que si se repite tan tenazmente en cada obra y se impone inconfundible en el cuadro es por razón de que aquella cosa, ese anagrama es la fuente de su valor. Una fuente pictórica pero no una pintura y menos, después, una creación. En realidad, el logo aparece una y otra vez como un sello sagrado. No es la firma sino unas formas seguras que aún no dibujando las letras del nombre de nadie, dan, sin equívocos, el nombre del cotizado autor”.
Vicente Verdú: El logo en pintura.
jueves, 16 de diciembre de 2010
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